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Esta pregunta es tan habitual como la del tamaño del pene. La suelo contestar haciendo otra pregunta: ¿Cómo ha de ser de grande el émbolo de una jeringa de inyecciones? Pues de acuerdo al tamaño de la jeringa, naturalmente. Claro, pues eso… Si los tamaños se corresponden dentro de la pareja, ese es el ideal. No hay que preocuparse tanto del tamaño sino de su “rendimiento” y de la pericia de su dueño.

Pero volviendo a la pregunta de la frecuencia de las relaciones íntimas sexuales, la respuesta vendría casi en el mismo sentido a lo dicho del tamaño del pene. Depende de las apetencias de ambos. Lo importante no es la frecuencia sino que ambos estén satisfechos y no haya períodos en que uno lo dese y el otro no. En ese caso conviene que procuren acercar sus ritmos. Y esto no es salirme por la tangente. ¿Cuál es la estadística? Eso es otra cosa, pero no necesariamente lo que a nosostros nos apetece está de acuerdo con lo que le apetece a la mayoría.

Pues bien, las estadísticas (que no se ponen muy de acuerdo) suelen aceptar que en tres etapas amplias y básicas de nuestra vida, que muy artificiosamente podríamos dividir en primera, segunda y tercera “juventud” (y tú mismo/a puedes elegir cuando empieza y termina cada una), lo habitual en una pareja que ya ha pasado la fogosidad e ímpetu de los primeros contactos, podría ser, respectivamente: de dos a tres días, de cuatro a seis y de siete a diez días. Y me preguntaba una señora de mediana edad no hace mucho: mi marido y yo lo necesitamos cada día e incluso hay noches que al despertarnos, repetimos. ¿Es malo? ¿Somos unos pervertidos?.. No, señora. Lo que son es una pareja con muchísima suerte. Si lo desean y pueden, es buenísimo (dentro, claro está, de una salud normal).

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