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Desde la pubertad hasta la menopausia, el organismo femenino se enfrenta a los cambios necesarios para asegurar la fertilidad. Estos cambios presentan diferentes aspectos: hormonales, funcionales y estructurales. En general, un ciclo regular oscila entre 25 y 31 días, con una media de 28 días, y se divide en dos fases (la preovulatoria y la postovulatoria), separadas por un acontecimiento muy importante: la ovulación.

La ovulación se reconoce por la aparición de algunas señales, como la presencia de moco cervical y el aumento de la temperatura basal.
Algunas veces, no obstante, pueden producirse irregularidades en el ciclo, que no siempre tienen un significado patológico, sino que suelen estar más relacionadas con alteraciones hormonales que provocan, por sorpresa, retrasos de la regla más o menos prologados, o incluso la presencia de ciclos muy seguidos.
La regla irregular suele se la causa de gran parte de las dificultades de una pareja a la hora de concebir un hijo.

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